Una batalla de piel

La luz de la habitación se había apagado en un instante y los dos quedamos atónitos sin poder vernos frente a frente mientras nos besábamos; mis manos curiosas no dejaban de subir y bajar entre aquel relieve de piel y vestidos; mi piel se encendía poco a poco hasta hacerme delirar de fiebre, y solo me refrescaba cuando ella pasaba su lengua entre mi cuello y subía hasta mis labios, sucesivamente; la habitación seguía oscura, solo destellaba la poca luz mortecina de las lámparas de la calle, y nuestros cuerpos ardientes se fueron quedando sin prenda alguna a medida que se blandían nuestros cuerpos por ganar; el viento voyerista entraba por las ventanas levantando un poco las cortinas. Los deseos incesantes de nuestros cuerpos eran encendidos a través del movimiento cada vez más fuerte; el sudor bajaba por la sienes de nuestras cabezas y nuestros besos eran cada vez más profundos; dos cuerpos enlazados y confundidos entre las sabanas, cobijas y almohadas, librando la batalla de la piel…
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