Azul cruel

La mirada lasciva se poso ante el vestido azul, la cabellera larga y negra, y sus ojos crueles, inconfundibles de mujeres llenas del perfume de la seducción. Inerme mi cuerpo sucumbió, sacudido por la música mi alma se lleno del propósito de conocerla. Su caminar delicado, una conspiración hacía mi sangre arder y en la noche brillaba la luz plata participe de la función del placer de mirarla donde el alcohol sugestivo en la insinuación de mis palabras alcanzó la fundición del destino. En el baile mi mirada se encontraba con la suya interrumpida por cuerpos nebulosos. Al termino, nuestra presentación se hizo en una canción al ritmo de su cintura, y nuestras miradas por fin se encontraron cerca, sus ojos intensos llenos de un pasado peligroso y una alegría reclusa por la pasión. Su voz insinuante casi producía la sensación de una caricia causal; y tenia esa mirada involuntariamente amorosa y voluptuosa que turba a todos los hombres y enciende de improviso la hoguera de los deseos. La noche torno a desvanecerse, el alba se asomaba a la distancia. Sentados, mirándonos mientras hablábamos seducidos por la embriaguez de la caída de un día y el comienzo del otro, palidecimos de cansancio y la sutil despedida llego. El mártir despido produjo la angustia de saber si algún otro día podría veros, y sigo a la espera de encontrar ese azul profundo donde se sumergió mi febril deseo.

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