Los sonidos de la noche confesaban a mis oídos las angustias de mi alma, un tormentoso destino se conspiraba frente a mis ojos cuando paso el proyectil fusilante, dejando tirado este cuerpo sobre el asfalto. En un intermitente zigzagueo de las luces se acaparo el sentido del olvido entre mi sien; mi único recuerdo fue entonces tu voz melancólica que repetía sin cesar el día y la hora. Jamás supe por qué lo hacías, pero estaba convencido de la malicia de la muerte, tus labios rosados conquistaron mis pupilas, distraídas viéndote encima, bajaron hasta las inclinaciones de tus pechos pálidos, y mis fuerzas enmudecieron al saber que bebías de mi boca el aire comprimido de mis pulmones. Los días siguientes pase las noches pensando en el día y la hora; un ángel de la muerte había tomado de mi alma el suspiro de la vida necesitado para continuar su trabajo hacia las luces rojas y azules de la ambulancia, hacia los tirados en las calles y los muertos en vida de una ciudad agotada de blandi...